Columna de Montaña

Mérito deportivo: cuando la forma sí importa

Por Edgar Usaga


El inicio de un nuevo año suele ser una de esas oportunidades en las que las personas pasan por un “autoexamen” de sus logros, propósitos y aspiraciones para el futuro, tanto en la vida diaria como en las metas deportivas personales. Así, ese espacio personal donde miramos hacia adentro proyectando las aspiraciones propias, debería incluir un espacio para definir las mejores formas de alcanzar un objetivo, las prácticas correctas, los comportamientos deseables, en fin, todo aquello que nos haga mejores en nuestro quehacer deportivo.

En los deportes de montaña, gracias a la creciente popularidad de estas disciplinas, así como al auge de actividades económicas relacionadas al turismo en la naturaleza, se han creado situaciones recurrentes que se alejan del espíritu deportivo original. Claro que resulta común que toda actividad tienda a evolucionar en el tiempo, pero hay principios básicos que se mantienen, y además son los que suelen hacer la diferencia entre los verdaderos deportistas y aquellos otros que tratan de parecerlo haciendo uso de otros medios o mecanismos.

En un entorno donde la imagen en las redes, la popularidad, fama y otros aspectos influyen cada vez más en ciertos círculos, la forma en que actuamos, recibimos y aceptamos los “objetivos deportivos” de una persona debe pasar por un cuidadoso examen que permita validar si en efecto se ha cumplido con las normas éticas y deportivas que le hagan acreedor al mérito que implica la consecución de un verdadero objetivo deportivo, de manera imparcial, objetiva y transparente.

En la actualidad, existen al menos dos casos típicos de gran debate respecto a los objetivos deportivos; uno está relacionado con el dopaje en actividades deportivas, siendo el que mayor consenso y claridad tiene en el ámbito mundial. Prácticamente nadie se atrevería a cuestionar el no reconocimiento de méritos deportivos a un atleta que ha dado positivo en las pruebas de control antidopaje. En este sentido, nuestra responsabilidad inherente al desempeño del cargo es el de establecer los mecanismos y tomar las medidas que garanticen a los verdaderos deportistas que su desempeño será valorado como legítimamente corresponde.

El segundo caso está relacionado a un fenómeno que pasa desde las modas, la popularidad y fama, hasta el uso del dinero y otros recursos como medio para alcanzar objetivos deportivos. En este caso, si bien el debate está abierto desde hace varios años, cada vez resulta más evidente que algo no está bien y que debemos actuar en la dirección correcta para diferenciar al deportista del turista deportivo. Cada uno pertenece a esferas muy distintas y sus méritos no pueden ser comparables.

En años recientes, uno de los propósitos que logramos culminar con éxito, fue el establecimiento de una comisión asesora encargada de establecer por primera vez para nuestro país, la forma en la que será válido alcanzar un objetivo de montaña para que este sea reconocido por la Federación. De esta forma, quienes deseen que sus logros sean reconocidos oficialmente, deben demostrar que este fue realmente alcanzado y que el mismo ha sido obtenido de forma deportiva, y no a través de medios no deportivos, equipos de apoyo u otros que hagan dudar del alcance de su objetivo.

Con la claridad de quien conoce la senda de lo correcto, hemos tomado las decisiones necesarias, para cumplir con un objetivo superior, de manera que cada quien camine por la senda que le corresponde, con justicia, equidad y respaldo de una entidad que trabaja por el bienestar y el desarrollo de sus atletas.